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martes, 30 de abril de 2013

Alojamiento en Segovia. Cultura del vino (II)

En la casa Entre Acebedas, en su bonito entorno rural, rodeado de encinas, pinos y tomillos podemos confirmar y confirmamos que nos gusta el vino

En el post anterior, hablando de la importancia de los sentidos a la hora de catar un vino, hablamos del sentido de la vista, de la importancia de nuestro ojo y su agudeza a la hora de determinar algunas de las características del sabroso caldo. 

Hoy toca.... el olfato, nuestra nariz, la importante labor que cumple en una cata y a la que no debemos ni podemos dejar en casa cuándo vamos a degustar un rico vino, puesto que es el que no proporciona la mayor información sobre un vino. Es la que nos aporta las sensaciones más complejas y de más difícil definición. 

Giramos la copa para que el vino se contonee dentro de ella y seguimos recibiendo aromas, incluso se siguen percibiendo por la retronasal, cuándo el vino ya ha entrado en boca.  Cuándo el vino entra en nuestra boca, al calor de la entrada en ella hay un desprendimiento de aromas que capta el epitelio oftativo; ahí aparecen los olores primarios procedentes del fruto, cuyo resultado es fresco y bastante agradable. Por contra, los olores secundarios y terciarios que nacen de la fermentación y crianza, resultan mucho más persistentes.